La mentira feminista del feminicidio

Es necesario empezar esta nota aclarando que la muerte de cualquier inocente es una tragedia. La muerte de una mujer a manos de alguien cercano es particularmente despreciable y por eso nuestra cultura siempre lo ha deplorado, siempre lo ha castigado.

Por tanto, es mucho menos aceptable que las víctimas de crímenes tan terribles sean luego víctimas por segunda vez en la muerte, cuando grupos con intereses políticos, sin ánimo de encontrar soluciones reales, las utilizan para promover sus agendas.

Para organizaciones como “Católicas” por el derecho a decidir (CDD), en términos generales, el femicidio puede ser definido como la muerte violenta de mujeres por el hecho de ser mujer.

Si no fuera porque lo escuchamos a diario, la proposición nos parecería ridícula. Una persona, un hombre en este caso, puede matar por distintos motivos, pero el género rara vez se encuentra en esa lista. Para inflar la cifra de feminicidios, pues, las feministas tienen que leer motivos esotéricos a crímenes evidentemente pasionales —un término que detestan— o de cualquier otra índole que involucre a un hombre y a una mujer.

Así, por ejemplo, cuando una secta quema a una mujer viva porque su protestantismo psicótico los movió, era feminicidio. Cuando un hijo con claros problemas mentales y de drogas asesina a su madre, era feminicidio. Reducen una realidad tan compleja como lo es la violencia a una dicotomía sexual reminiscente a los reduccionismos marxistas de la clase.

Esos son los casos que, aseguran en sus discursos, nos vuelven a todos los hombres de Nicaragua irremediables sospechosos y hasta corresponsables de los peores delitos imaginables, porque al final siempre apuntan al mismo lugar: una supuesta “cultura machista” que enseña a los hombres a matar.

Pero en realidad no vivimos en una cultura machista, al menos no desde hace muchos años. Vivimos en el cadáver de esa cultura que dejó la revolución sandinista y desde entonces todos los aspectos de nuestra sociedad se han moldeado en una dirección progresista, y el feminismo no ha faltado ni en el salón de clases, ni en los medios de comunicación, ni mucho menos en el gobierno.

Y aún así, el feminismo sostiene que vivimos una crisis sin precedentes para las mujeres, ¿de qué ha servido entonces?

Los números

A partir de este año, CDD empezó a contar los feminicidios de mujeres nicaragüenses en el extranjero, asumimos que a razón de que los números no estaban siendo lo suficientemente altos como para causar el escándalo que esperan.

Para la fecha de publicación de este artículo, ellas cuentan 60, 18 de los cuales ocurrieron en el extranjero.

En palabras de la feminista Martha Flores, “las cifras vienen aumentando como consecuencia de la cultura machista, de odio” que hay en Nicaragua, pero lo cierto es que las cifras se mantienen estables si consultamos a las propias organizaciones feministas y el aumento que se percibe ahora es justamente porque incluyen a mujeres asesinadas por extranjeros en el extranjero, lo que poco tiene que ver con la cultura de Nicaragua.

Tendencia de feminicidios desde 2010 hasta septiembre de 2023, sin contar a aquellos perpetrados en el extranjero. Fuente: CDD, La Prensa

Por desgracia, la Policía Nacional lleva 3 años sin hacer su trabajo y no tenemos un anuario estadístico oficial para comparar esta cifra claramente inflada. Pero el más reciente que tenemos, el de 2021, revela una discrepancia alarmante entre los conteos feministas y los oficiales.

En 2021 la Policía contó 15 feminicidios en comparación a los 71 del observatorio de CDD. La tendencia en años anteriores es similar. El resto de muertes violentas de mujeres la Policía las calificó o bien como homicidio, o bien como asesinato, respondiendo a las características específicas de cada delito.

Cabe destacar que en ese año, el observatorio de CDD no incluía los asesinatos de mujeres en el extranjero, una práctica iniciada apenas en 2023. Otro punto clave a tener en cuenta es que las muertes violentas de hombres ese año cobraron, entre homicidios, asesinatos y parricidios, más de 400 víctimas de las que ninguna organización ha querido hacer consciencia.

El último anuario del Instituto Nicaragüense de Medicina Legal (2021) contabilizó 333 muertes violentas contra hombres versus 42 contra mujeres, otra realidad del feminicidio que no es fácil de aceptar para el feminismo: el feminicidio no sólo es uno de los delitos más repudiados en la sociedad nicaragüense, sino que a la vez es uno de los menos frecuentes.

Aunque a menudo las organizaciones sandinistas lo señalan como responsable del supuesto deterioro de los derechos de la mujer en Nicaragua, parte del gobierno sandinista esencialmente concuerda con la mayoría de los relatos y juicios feministas en perjuicio de la sociedad nicaragüense.

La única razón por la que estamos teniendo esta conversación es porque el sandinismo impuso el dudoso concepto legal de feminicidio en 2012, siguiendo su ethos feminista.

La ley

Una abogada que prefirió permanecer bajo el anonimato explicó a este medio que incluso en 2012, cuando fue aprobada la ley, hubo críticas hacia el concepto de “feminicidio” de parte de abogados y juristas.

La Ley 779, “Ley Integral contra la Violencia hacia las Mujeres”  fue aprobada por unanimidad en la Asamblea Nacional el 22 de junio de 2012. Dos años después recibiría reformas que pensadoras feministas criticarían, pero que poco cambiaría su naturaleza.

“Uno de los problemas del uso del término femicidio en Nicaragua es que lo definen como ‘la muerte de una mujer en razón de su género’” pero, “en la ley 779 se emplea otro significado” señaló.

El texto de la ley, posterior a las reformas, reza que “comete el delito de femicidio el hombre que, en el marco de las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, diere muerte a una mujer”.

“En la ley se enumeran algunas causales de femicidio, pero en la práctica, en Nicaragua, además de mal emplearse el término en la ley, (las organizaciones feministas) tipifican incorrectamente la muerte de cualquier mujer como femicidio” destacó.

Esta tipificación incorrecta puede apreciarse comparando los números de feminicidios reportados por la Policía Nacional y el observatorio de CDD, como ya vimos anteriormente.

No existe un concepto unificado de feminicidio porque en cada país los grupos de interés feminista lo necesitan para cumplir diferentes objetivos políticos. Hay países con cifras mayores que Nicaragua, como Estados Unidos, donde ni siquiera existe el concepto en el vocabulario feminista habitual porque hay otras consideraciones políticas. En el caso de Estados Unidos, no se menciona porque las feministas estadounidenses están más preocupadas por un supuesto racismo (son hombres de color quienes más cometen ese tipo de crímenes, según datos del Buró Federal de Investigación) que ‘por las vidas de las mujeres’.

Lo político

Como regla general a partir de los datos, la violencia, que en Nicaragua se manifiesta de manera desorganizada a través de la inseguridad y organizada a través de la izquierda política, encarnada en el gobierno sandinista, afecta a los hombres casi diez veces más que las mujeres, por lo que el feminicidio no puede ser la crisis de escala bíblica que pretenden que sea.

Lo que hacen las feministas con los feminicidios es una táctica que busca antes que nada un beneficio político. Estas organizaciones inflan los números para pintar una situación más grave de la que en realidad existe en el país, dándose ellas mismas y a sus soluciones una mayor importancia a ojos de muchas personas educadas.

Pretenden utilizar a las víctimas para denigrar a la sociedad nicaragüense incluso si no fueron asesinadas por nicaragüenses para que su proyecto político, claramente hostil a la cultura local, tenga más aceptación.

Por eso nos atrevemos a decir que no les importan las mujeres asesinadas ni pretenden abordar el asunto desde la raíz. Lejos de la cultura machista que dicen es culpable pero que nunca han demostrado que existe, lo que vemos es una crisis moral derivada de la pérdida de la influencia de la religión en el país en las últimas décadas, así como de las políticas negligentes del sandinismo en cuanto a castigar a los criminales.

Si acaso, ha sido responsabilidad del feminismo, un movimiento que en su forma moderna vino de la mano con la revolución sandinista, que en Nicaragua los criminales no sean castigados a como lo merecen.

En Nicaragua coexisten dos marcos de referencia moral, uno tradicional centrado en la virtud y otro moderno centrado en la deconstrucción. El primero imparte amor, cooperación entre los sexos; el otro enseña que la historia de la humanidad es un conflicto perpetuo entre ricos y pobres, hombres y mujeres, blancos y negros; incita al rencor y cree que la moralidad es apenas un acuerdo que se hace y deshace a voluntad humana. ¿Cuál será más propenso a generar asesinos?

La manipulación es evidente y su discurso equivale a una calumnia contra toda la sociedad nicaragüense y sus hombres en particular.

Es muy rentable además para este movimiento utilizar el nombre de las víctimas. Aunque ya no pueden ganar dinero a nivel local por lo que hacen, no lo hacen por el dinero. Las mueve un fervor ideológico más potente que cualquier fiebre religiosa: el anhelo de construir una Nicaragua en la que se encuentren arriba de todos los demás.