Imaginemos una Nicaragua diferente, una donde el poder sea claro y visible, emanando desde un individuo como el sol emana su plasma, creando calor en las distintas partes de la heliósfera y su corona, llegando a nosotros para nutrir al mundo que nos sustenta.
El sol, como perfecto monarca—requisito de vida y destructor a la vez; lejano pero siempre presente; predecible, constante—, es el mayor símbolo monárquico en esta Nicaragua diferente. Este es un pequeño resumen de una posible constitución, entendido el término no cómo un documento normativo, sino como una radiografía del gobierno de un territorio:
Del monarca
En una Nicaragua diferente, a la cabeza está el soberano. El monarca de esta Nicaragua es quien decide la excepción y su voluntad es la que se imprime en toda la expresión física, contemporánea, de la Patria. Se le llama, de hecho, Padre de la Patria porque su autoridad es natural como la del padre sobre sus hijos.
En el papel, el poder suyo es absoluto y no posee límites, algo que la estética de su oficina refleja, pero en la práctica se encuentra chocando constantemente contra la costumbre, las limitaciones impuestas por su crianza y ciertos privilegios ajenos que le preceden.
Es totalitario en una definición primordial; no está en todas partes, pero tiene el potencial de estarlo. Le es lícito todo, pero no todo le conviene y por ello está medido. Trae consigo la verdadera esencia de la autoridad, que es humana e imposible de transferir a una fórmula.
Se comprende a sí mismo como el paterfamilias de la Patria, como sucesor de un linaje que estará en cada iteración de esta Nicaragua diferente.
De la curia
En la inmediatez del soberano se encuentra la «curia regis»; su círculo personal, su corte. A menudo colmada de familiares, también es tradición que los nobles más cultos de Granada y León adquieran la eminencia de aconsejar al monarca y regir a modo de consejo en caso interregno.
De la curia el monarca nombra a sus delegados para asuntos militares, diplomáticos, corporativos, de inteligencia o según surja. El monarca no ha de compensar con moneda a sus cortesanos; no hace falta, siendo ellos nobles, pero es común que el aprecio engendre regalos y otros gestos amistosos.
Del senado y los triunviros
El senado nicaragüense se comprende como un cuerpo asesor conformado por los cabecillas de las familias nobles, las que mayor prestigio derivan de su participación en la historia de la nación nicaragüense.
La distinción de senador es hereditaria por vía agnática, revocable a voluntad del rey y nunca serán más de cincuenta y uno, tres por cada provincia. El senado se reúne en la capital habitualmente una vez por semana para discutir los asuntos de la nación con el rey o un delegado real.
Dos senadores, a menudo, pero no exclusivamente, los de mayor edad, reciben del rey también la distinción de cónsules, lo que les convierte efectivamente en primus inter pares y les confiere responsabilidades y poderes adicionales.
Los tres senadores de cada provincia gobiernan dicha provincia como triunvirato. Su responsabilidad es proporcionar los servicios que la corona garantiza para el funcionamiento de la sociedad, así como la infraestructura básica para la vida de sus ciudadanos y la supervisión de las alcaldías.
Las disputas entre triunviros que no se resuelven entre triunviros competen a los cónsules y si no las resuelven los cónsules, al rey.
De los alcaldes y los cabildos
Cada alcaldía en un provincia recibe del rey el derecho de conformar un cabildo que gobierne el municipio como pequeño senado junto al alcalde.
La posición de alcalde es sometida a voto en el cabildo y a la aprobación del triunvirato. Si el triunvirato y los cabildos no concuerdan, los cónsules deciden; si los cónsules no deciden, lo hace el rey.
El número de participantes de un cabildo depende de la población de la alcaldía y se determina por el voto de los cabezas de familia.
De la justicia
El sistema legal del reino de Nicaragua parte del Derecho romano y la Doctrina social de la Iglesia católica.
La ley escrita existe para definir las responsabilidades de cada ciudadano, institución y autoridad para su mejor cumplimiento, así como los derechos que la corona otorga partiendo del cumplimiento de estas responsabilidades.
La ley es comprendida como la historia moral del pueblo de Nicaragua y sus autoridades, de modo que refleja sus costumbres sin sacrificar el sentido católico de la justicia. De ahí que, por ejemplo, la ley otorga enormes poderes a los padres en la medida en que la sociedad nicaragüense es patriarcal, pero impone en estos padres el cumplimiento de responsabilidades proporcionales a sus privilegios.
Los tribunales municipales responden a un tribunal provincial y estos al rey.
De la Iglesia
El reino de esta Nicaragua diferente es un reino católico, que reconoce a la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X como representante de la Iglesia católica en su dominio.
La Iglesia posee voz en todo el proceso político y la corona la ha hecho responsable de todas las instituciones educativas, desde el preescolar hasta la universidad, así como de la supervisión de todos los productos culturales que se producen en el país o se importan de fuera.
La Iglesia tiene también la tarea de vigilar la probidad de todas las autoridades a través del Tribunal del Santo Oficio. Es la encargada de la caridad, de los hospitales, orfanatos y demás instituciones de apoyo a los necesitados. Recibe de la corona una dotación para mantener estas labores.
Pero la labor más importante de la Iglesia es la de educar al soberano.
De las fuerzas armadas
Existen únicamente dos cuerpos armados, uno para la defensa del reino (Guardia Real) y otro para el mantenimiento del orden público (Constabularia). El rey es comandante supremo de ambas.
Así como las autoridades delegadas son la voz de la corona, las fuerzas armadas son su puño, su manera de disuadir e imponer temor ante quienes amenacen la seguridad del reino.
Fin
Este pequeño esbozo está diseñado para transmitir la idiosincracia de la sociedad nicaragüense a una forma política. La realidad es que una monarquía no nace del vacío y su forma la determina el contexto en el que se gesta. De todas formas, este es un experimento de pensamiento útil.
Mi objetivo es hacer tan incuestionable como sea posible la legitimidad del centro social, en este caso la corona. En la historia de nuestra Nicaragua, la frágil figura del presidente sucumbre fácilmente ante los reclamos de uno u otro burócrata, político o criminal. Resuelto el asunto de la legitimidad, es más sencillo tratar el resto.