Esta forma de política, que se funda en una autoridad unipersonal, libre, fuerte y duradera, ungida por la Iglesia, es la única política genuinamente nicaragüense, porque es la única genuinamente hispana y genuinamente nuestra, algo que no podemos ignorar.
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¡Adiós, General!
Aunque comparta lagos y volcanes con la nuestra, la Nicaragua somocista es un país extranjero.